Ayer fue un día triste. Uno de esos días en que todo lo que quieres es estar en Caracas, rodeada de tus afectos y llorando la pérdida de Simón Alberto Consalvi, quien resolvió dejarnos cuando apenas tenía 83 años.
Rompí en llanto cuando mi querida Rayma Suprani (quien además tuvo la gentileza de dibujar para mí el retrato que ilustra esta nota), me dio la noticia. El más agudo de los políticos y diplomáticos, de pluma incisiva, Simón Alberto fue periodista e historiador, y una de esas sólidas figuras intelectuales a las que crecí admirando.
Dos veces ministro de Relaciones Exteriores, Simón Alberto también fue Ministro del Interior y de Justicia y Secretario de la Presidencia en una época en que la democracia gobernaba mi país de origen.
Fue además autor de muchos libros, incluyendo, entre otras, biografías de Rómulo Gallegos, Juan Vicente Gómez, José Rafael Pocaterra, Armando Reverón y George Washington.
Estábamos en contacto a través del Caracas Press Club, donde Simón Alberto se dejaba ver de cuando en vez para fascinarnos a todos… La última vez que hablamos de tú a tú, fue en una reunión de Navidad en casa de Chepita Gómez, en 2000.
Tuvimos un intercambio de regalos, de esos secretos, y yo había llevado una botella de Veuve Clicquot Ponsardin La Gran Dame, una mezcla de ocho grand crus. A Simón Alberto le tocó mi regalo. Me dio las gracias y me dijo que su problema sería encontrar la compañía adecuada para disfrutar de ese champán tan especial…
Nunca se lo dije, pero habría dado lo que no tenía por un sólo sorbo y dejarme seducir por esa voz suya profunda, ronca, carrasposa y por sus historias increíbles de gocho y adeco que se las sabía todas. Después de todo ¿hay algo más sexy que eso? Tenía sus encantos Simón Alberto.
Hace casi tres años nos volvimos a encontrar en Twitter y no di crédito a mis ojos cuando comenzó a seguirme. Los suyos, eran los 140 caracteres más agudos sobre cualquiera que fuera el tema que ocupara su atención. Certero, conciso, como siempre, Simón Alberto no tenía desperdicio.
Hay más. Hubo un tiempo en el que Simón Alberto estaba buscando una asistente personal. Éramos vecinos en Los Palos Grandes y yo soñaba secretamente con ese trabajo. Estaba dispuesta a abandonar mi carrera de periodista y editora por irme a trabajar con él.
Alguien me dijo que estaba sobre calificada para el cargo ¿Sobre calificada? ¿Porque los dos nos graduamos en la misma Escuela de Asuntos Internacionales de la Universidad de Columbia? ¡Oh no! Nadie podía tener demasiadas calificaciones para trabajar con Simón Alberto. No yo. Así que junté todos mis papeles y me dispuse a aplicar.
Pero a última hora me arrepentí. Me dio miedo enamorarme del hombre como estaba enamorada del intelectual y del político. Ese día supe, entonces, que Simón Alberto sería, en secreto, mi amor platónico para siempre.
Adiós Simón Alberto. Adiós mi amor.
Y gracias Rayma por estar ahí cuando te necesité.
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Rompí en llanto cuando mi querida Rayma Suprani (quien además tuvo la gentileza de dibujar para mí el retrato que ilustra esta nota), me dio la noticia. El más agudo de los políticos y diplomáticos, de pluma incisiva, Simón Alberto fue periodista e historiador, y una de esas sólidas figuras intelectuales a las que crecí admirando.
Dos veces ministro de Relaciones Exteriores, Simón Alberto también fue Ministro del Interior y de Justicia y Secretario de la Presidencia en una época en que la democracia gobernaba mi país de origen.
Fue además autor de muchos libros, incluyendo, entre otras, biografías de Rómulo Gallegos, Juan Vicente Gómez, José Rafael Pocaterra, Armando Reverón y George Washington.
Estábamos en contacto a través del Caracas Press Club, donde Simón Alberto se dejaba ver de cuando en vez para fascinarnos a todos… La última vez que hablamos de tú a tú, fue en una reunión de Navidad en casa de Chepita Gómez, en 2000.
Tuvimos un intercambio de regalos, de esos secretos, y yo había llevado una botella de Veuve Clicquot Ponsardin La Gran Dame, una mezcla de ocho grand crus. A Simón Alberto le tocó mi regalo. Me dio las gracias y me dijo que su problema sería encontrar la compañía adecuada para disfrutar de ese champán tan especial…
Nunca se lo dije, pero habría dado lo que no tenía por un sólo sorbo y dejarme seducir por esa voz suya profunda, ronca, carrasposa y por sus historias increíbles de gocho y adeco que se las sabía todas. Después de todo ¿hay algo más sexy que eso? Tenía sus encantos Simón Alberto.
Hace casi tres años nos volvimos a encontrar en Twitter y no di crédito a mis ojos cuando comenzó a seguirme. Los suyos, eran los 140 caracteres más agudos sobre cualquiera que fuera el tema que ocupara su atención. Certero, conciso, como siempre, Simón Alberto no tenía desperdicio.
Hay más. Hubo un tiempo en el que Simón Alberto estaba buscando una asistente personal. Éramos vecinos en Los Palos Grandes y yo soñaba secretamente con ese trabajo. Estaba dispuesta a abandonar mi carrera de periodista y editora por irme a trabajar con él.
Alguien me dijo que estaba sobre calificada para el cargo ¿Sobre calificada? ¿Porque los dos nos graduamos en la misma Escuela de Asuntos Internacionales de la Universidad de Columbia? ¡Oh no! Nadie podía tener demasiadas calificaciones para trabajar con Simón Alberto. No yo. Así que junté todos mis papeles y me dispuse a aplicar.
Pero a última hora me arrepentí. Me dio miedo enamorarme del hombre como estaba enamorada del intelectual y del político. Ese día supe, entonces, que Simón Alberto sería, en secreto, mi amor platónico para siempre.
Adiós Simón Alberto. Adiós mi amor.
Y gracias Rayma por estar ahí cuando te necesité.
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