
Tuve la buena fortuna de crecer con dos papás. Mi papá Gustavo, de quien soy un clon, y mi papá Francisco, el segundo esposo de mi mamá, con quien viví desde que tenía 4 años y hasta los 12. Lo curioso es que comencé a llamarlo papá cuando tenía 15 años. Supongo que quería honrarlo y además sentía que diciéndole papá también le estaba diciendo “te quiero».
Más divertido era ver lo que sucedía cuando estábamos los tres juntos (mi papá, mi papá y yo), en un cumpleaños, una graduación, o cualquier otra celebración familiar. Cuando decía «papá» los dos contestaban al unísono. Porque los dos eran mis papás. Punto.