Hoy quiero compartir contigo 6 lecciones de vida que aprendí de la jardinería. Para quien vivió siempre en ciudades grandes y apartamentos pequeños, tener mi propia huerta es, sin lugar a dudas, una de las experiencias más relajantes y gratificantes que jamás haya vivido.

Nota: Como miembro del Programa de afiliados de Amazon y otros programas de afiliados, recibo una compensación por los productos vendidos a través de los enlaces de afiliados en esta publicación sin costo alguno para el comprador.
Es también una fuente de sentido común inagotable y la evidencia de que para cada cosa hay un tiempo: un tiempo para sembrar y un tiempo para cosechar.
Las maravillas de una huerta en el Sur de California

Tener un huerto en el sur de California, donde nos beneficiamos de un promedio de 330 días soleados al año, es como tener el Jardín del Edén en tu patio. Significa que puedes cultivar tus vegetales durante todo el año. Y cuando digo todo el año, lo digo en serio.
Después de cuatro días de neblina y lluvia —una bendición del cielo considerando que vivimos en el alto desierto— hoy fui a ver qué tal la huerta. Fui directo a chequear el progreso de los semilleros que preparamos hace 12 días para plantar la que será mi primera huerta de invierno.

Ya brotaron. Una vez más ocurrió el milagro. Ya es tiempo de trasplantar los brotes de calabacín. En pocos días habrá que trasplantar los brotes de arúgula, lechuga italiana y de la mezcla de hojas verdes para ensalada. Todos han crecido a una velocidad asombrosa. Luego vendrá el tiempo de los brócolis.
Mientras preparamos la tierra para sembrar por primera vez bulbos de cebolla blanca, amarilla y morada, un pequeño arbusto está cargado de jalapeños maduros. Las pequeñas fresas que plantamos en la primavera están tupidas. Por primera vez, también vamos a plantar zanahorias, y volveremos a sembrar rábanos y remolachas.

Esta es la historia sin fin: del verano pasado todavía tenemos pequeñas berenjenas y tomates creciendo saludablemente en sus matas. Pronto habrá pasado su tiempo, pero todavía están ahí…
El limonero, que me da los más jugosos limones Meyer, está cargado. Pero el árbol de caqui, que fue tan prolífico el otoño pasado, no floreció este año y no tendremos ninguna fruta para el Día de Acción de Gracias.

Sin embargo, tendremos jugosas naranjas de California. Las recogeremos de los dos árboles que Andrés Ignacio y Tomás Eugenio plantaron hace tres años cuando nos mudamos a esta tierra generosa y bendecida por el sol que es el Sur de California.
Y el durazno y el ciruelo que tan generosos fueron este verano, han comenzado a perder las hojas. A fin de cuentas es otoño y como dice la Biblia: para cada cosa bajo el cielo hay un tiempo. Y hay tiempo de sembrar y un tiempo de cosechar.
Qué hacer para tener una huerta prolífica
Para que un jardín o una huerta prosperen, hacen falta unas condiciones mínimas. Requieres buena tierra, abundante sol y mucha agua. Nosotros tenemos mucho sol, pero en California el agua es escaza y por lo mismo costosa. Pero además una huerta, al igual que cualquier jardín implica compromiso y cuidado permanente y tus plantas te lo agradecerán.

Para prosperar en la jardinería y la horticultura, hay que ser paciente, optimista y entusiasta. Las recompensas son infinitas. Además del resultado aparente, hay mucho más: la naturaleza es terapéutica, la jardinería es curativa y eso de llenarte las manos de tierra es mágico. Pero además, de la jardinería aprenderás lecciones de vida como las que comparto a continuación.
6 lecciones de vida que me enseñó la jardinería

1. A confiar en el futuro
Cuando compras un sobresito de semillas, tienes que poder confiar en el proceso y en el resultado final. Cuando pones esas semillas en un semillero y luego las plantas en una maceta, con el cuidado adecuado se transformarán en calabacines, tomates, berenjenas. Tienes una visión que se hará realidad, pero debes confiar en ella.
2. A ser paciente
Todo lleva su tiempo, y como dice el Eclesiastés: hay un tiempo para todo bajo el cielo, tiempo de sembrar y tiempo para recoger los frutos. Por cliché que suene, esa es LA verdad. No se puede acelerar el proceso. Ten paciencia y prepárate para tu milagro.
3. A disfrutar la soledad
La jardinería es tan gratificante, que por supuesto puedes compartir su esfuerzo y con toda seguridad: sus frutos. Pero también puedes disfrutar arrancando malas hierbas, regando y podando plantas, en solitario. Sin duda, la jardinería te enseña a disfrutar de estar a solas, de hablar contigo mismo, apreciar los sonidos del silencio y aprender a ser uno con la naturaleza.
4. A valorar el trabajo duro
Ningún jardín florece y da frutos sin mucho trabajo. Pero el resultado vale el esfuerzo. Cuanto más grande el trabajo, mayor será la recompensa.
5. A caerme y a levantarme
Por cada éxito en la jardinería, hay muchos fracasos, muchos más de los que puedas imaginar. Y eso, también está bien. Una vez tuvimos las matas de tomate más robustas, y al día siguiente amanecieron muertas. Un topo se había comido las raíces. Fue entonces cuando construimos cajas de madera con malla de gallinero en el fondo, y santo remedio: los roedores no vinieron a almorzar de nuevo en mi huerta.
6. A no rendirme
En jardinería no hay una fórmula universal. Lo que fue bueno el año pasado puede ser un fracaso el próximo. Tratar con la naturaleza no viene con garantías. Así que hay que seguir irabajando duro y no rendise jamás.