Día 1: en un frasco de vidrio limpio, mezcla 1 cucharada de harina con 1 cucharada de agua filtrada. Mezcla bien con un tenedor hasta que no quede harina suelta y todo esté bien integrado. Con una espátula de silicona, limpia las paredes del frasco. Tapa sin ajustar demasiado y coloca en un lugar cálido en tu cocina (idealmente entre 75-79°F ó 24-26°C).
Día 2: agrega una cucharada de harina y otra de agua. Mezcla bien hasta que todo esté integrado. Limpia las paredes del frasco, tapa y regresa al mismo lugar cálido.
Días 3 al 6: Repite el proceso de alimentación cada 24 horas, agregando la misma cantidad de agua y harina. La masa puede desarrollar diversos aromas (ácido acético, alcohol, acetona, almendras). Esto es completamente normal.
Día 7: Descarta la mitad de la mezcla (puedes guardarla refrigerada y tapada, para otro uso). Alimenta con 3 cucharadas de harina y 3 cucharadas de agua. Mezcla bien hasta obtener una masa consistente. Marca el nivel de la masa en el frasco usando un marcador o una liga elástica. Tapa y deja reposar en lugar cálido por 24 horas.
Día 8: Si la masa no ha triplicado su tamaño, descarta la mitad y alimenta nuevamente en las mismas proporciones del día anterior.
Día 9: Si aún no tienes una masa activa y burbujeante, descarta casi todo el contenido, dejando solo lo que quede en las paredes y fondo del frasco. Alimenta con 3 cucharadas de agua y 3 de harina. Revuelve bien, tapa y espera unas horas a que se haga la magia.