Hallacas, gastronomía venezolana y mi nuevo emprendimiento

Hoy terminé de hacer mi última tanda de hallacas caraqueñas. Ya me preguntarán que qué hago un 30 de diciembre haciendo hallacas y la respuesta es sólo una: consentir a la gente. Y es que hasta hallacas de pescado hice especialmente para mi querida Marisela quien está esperando su primer bebé y estaba antojada.

Foto cortesía Pedro Portal, El Nuevo Herald

También le hice sus hallacas caraqueñas a Maruja Tarre, quien con cierta tristeza me había dicho que estaba convencida de que para ella una buena hallaca no era más que un recuerdo lejano: “sólo existen en la memoria”, me dijo.

Así que con la prueba en el plato resolví demostrarle que por el contrario, en esta diáspora, cada día más grande, podemos convertirnos en los guardianes del acervo gastronómico y culinario venezolano. 

Eso, sin haberlo pensado mucho, es lo que he venido haciendo en este blog cuando recreo los sabores de mi infancia, la sazón de mi abuela Ligia, o el pie de limón de la Danubio.

Y eso fue lo que hice este diciembre cuando además de compartir mis recetas en este blog —que tanta felicidad ha traído y sigue trayendo a mi vida—, me animé a cocinar para terceros.

Por eso, cuando faltan pocas horas para despedir a 2015, siento un deseo incontenible de dar gracias y por escrito. Así que GRACIAS: 

Primeramente a Dios, por el don de la cocina que heredé de mi abuela Ligia, quien pasó buena parte de su vida en los fogones, y de mi mamá, quien me enseñó que cocinar es un juego de niños y que el plato es un lienzo en blanco que hay que llenar de colores, texturas y sabores.

A mis queridos Andrés Barquero y Jonathan Blum, mis primeros clientes: me trajeron suerte y demostraron, una vez más, que el boca a boca, cuando se trata de comida, es la mejor estrategia.

A mi hermana de la vida Gisela González-Servat, por estar siempre pendiente de todo lo que hago, apoyándome y dándome aliento y por ser la mejor cheer leader y gerente de Ventas con la que pueda soñar.  Cuando supo que me había decidido a aceptar encargos para estas fiestas, vaticinó que la comida en la vida real me daría más satisfacción que en el mundo virtual. Y hoy tengo que decirlo: no puedo estar más feliz.

A Dei Ramírez, la mejor gerente de Operaciones que cualquier negocio pueda tener: puso toda su experiencia en administración y logística para que siempre tuviera a mano los mejores insumos, se encargó de los números y se ocupó de que las cosas terrenales y domésticas funcionaran en mi casa (incluyendo que mis hijos arreglaran su cuarto y lavaran, secaran y doblaran su ropa), para que yo me concentrara en lo mío, es decir: en hacer las hallacas.

A todos quienes hicieron sus encargos y vinieron desde Aventura, Brickell, Coral Gables, Davie, Fort Lauderdale, Hollywood, Pembroke Pines, South Beach  o Weston, a buscarlos a la puerta de mi casa y después tuvieron la delicadeza de llamar para dar su feedback o interceder por quienes querían hacer pedidos de última hora.

A El Nuevo Herald, y muy especialmente a Daniel Shoer Roth por su magnífica nota sobre las tradiciones navideñas venezolanas donde incluyeron mis hallacas, y a Pedro Portal el fotógrafo del Herald, quien tomó la foto de arriba.

Gracias, gracias de todo corazón a todos los que fueron parte de esta experiencia. Como resultado de esta experimento haciendo hallacas (de cerdo y gallina, de carne de res y de pescado), panes de jamón ( y de pavo), ensalada de gallina, torta negra, polvorositas de almendra y ponche crema, ahora sí que lo se: puedo cocinar lo que quiera, lo que me pidan, con la certeza de que cocinera y comensales esteremos todos felices y satisfechos.

Amo cocinar pero lo que más me gusta es ver a la gente disfrutando de lo que cocino. Y doy gracias a Dios por poder vivir haciendo lo que me gusta.

¡Gracias! y que 2016 sea aún mejor que 2015.

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No te olvides de visitar mi tienda de Amazon. Gracias
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