Si me preguntan qué quiero, respondo: más horas de sueño, cocinar, leer, mis amigos, ir más al cine, más paseos en bicicleta, caminar a la orilla de la playa, nadar, gelato, reír, besar, y ¡menos estrés!
Hace ocho meses, al día siguiente de Acción de Gracias y después de dos biopsias (las dos negativas, gracias a Dios) decidí que, pasara lo que pasara, quería menos estrés y más felicidad en mi vida.
Tan en serio, que hace menos de dos semanas nos mudamos de casa y aquí estamos: en este pueblito maravilloso que es Palm Beach Shores, en Singer Island, y estamos gozando un mundo por tercera vez este verano.
Vinimos para el concierto de Zac Brown Band en West Palm Beach a finales de mayo, a celebrar mi cumpleaños a finales de junio, y ahora: para «recuperarnos» después de la mudanza.
Eso ilustra lo mucho que nos gusta este lugar a la orilla del mar, al que mis niños traen sus amigos y juegan baloncesto y polo acuático, y nadan y andan de su cuenta. Y esperan hasta pasada la medianoche para ir a la playa a ver a las tortugas que, todos los veranos, en un ritual silencioso que se repite por siglos, vienen a desovar en los nidos que cavan en las dunas y cubren con arena, para luego desaparecen en la cálidas aguas del Atlántico y nunca más volver.