Sandy, llorar de alegría y regresar, poco a poco, a la normalidad

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Esta semana fue como una montaña rusa. Primero Sandy, y toda la ansiedad que un huracán que sólo trajo destrucción masiva, puede ocasionar, aún si estás lejos de la zona de desastre. En Miami, apartando las frescas temperaturas y el internet que por un par de días estuvo intermitente, no fuimos afectados. Pero la mayoría de mis amigos y compañeros de trabajo en Nueva York y Nueva Jersey pasaron unos buenos días sin energía eléctrica, sin agua, sin gas. Otros tuvieron que ser evacuados porque sus casas se inundaron… y ando con el corazón partido.
Soy de las que cocina cuando está feliz, y cuando estoy triste también cocino. Y además cocino y especialmente como, cuando estoy ansiosa. Por múltiples razones había estado muy ansiosa estas últimas semanas… Pero entonces, el jueves ocurrió algo maravilloso.

Mi hijo Andrés Ignacio (10) me trajo la mejor boleta de su vida. Mi niño, el mismo que estaba asustado y ansioso el primer día de clases porque había sido sistemáticamente intimidado y acosado en su escuela y, peor aún, en nuestra casa, cuando vivíamos en California, me llegó con un diploma de honor por sus méritos académicos. 

Confieso que el diploma lo asumí como mi triunfo personal y como la prueba de que hice lo correcto cuando hace cinco meses me lo jugué todo y salí de mi zona de confort en el Sur de California, para empezar de nuevo con mis dos hijos, en el Sur de Florida.

Estos han sido los cinco meses más duros de mi vida. No sabía lo asustada que estaba hasta que abrí el sobre con las notas y el diploma. Y por primera vez en mucho, pero mucho tiempo, lloré de felicidad. Entonces, me di cuenta de que lo peor había pasado. Más que nunca, se que sí puedo. Esto es solo el comienzo y ya no tengo que comer más por ansiedad. Mis hijos se han ido ajustando y adaptando y yo también. Mis niños están seguros y yo también.

¿Significa esto que estoy a dieta? No. ¿Significa que mi blog cambiará? En lo absoluto. Seguiré comiendo rico sólo por los placeres del paladar, no porque esté ansiosa. Esto lo que significa es control en las porciones, menos postres, panes y galletas, no importa que esta sea la época en que horneo compulsivamente. Y como lo mío son los carbohidratos, pues ese es el reto más grande que tengo por delante. 

Sé qué lo puedo hacer. Frente a todo lo que he pasado, esto no es sino conchas de ajo, como diría  mi abuela. Esto sólo significa que estoy regresando progresivamente a mi normalidad y que la vida es bella.

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